Si se observa con atención la
portada de Regreso a Perdición,
podemos encontrar en ella todas las claves del cómic que nos acerca Panini en
su colección Panini Noir. Se trata de una historia sobre la ruptura con el
pasado en el mundo del crimen organizado. Quienes conozcan la obra Camino a la perdición, sea en
su versión cómic o en la adaptación cinematográfica, identificarán en seguida
quiénes son esos personajes de principios del siglo XX que salen en la
fotografía. Para quienes no los conozcan, las explicaciones llegarán a medida
que avance la lectura de la mano del propietario de ese encendedor de los
marines con el que se queman amarras. En cualquiera de los dos casos, la
importancia de esta identificación es secundaria, ya que los mecanismos de Regreso a la perdición son de corte clásico y no hay riesgo
de perderse.
Siguiendo los pasos de un
veterano de la guerra de Vietnam que ha sido reclutado, casi a la fuerza, por
el gobierno de Estados Unidos para una operación encubierta en la que podrá
obtener venganza sobre quienes han sacado de circulación a su familia, nos adentramos
en el mundo de un crimen organizado que evolucionaba ya hacia otro estilo. Ya
no son los hampones de la ley seca, sino los herederos de aquellos locos años
veinte, mucho tiempo después de que llegara el fin de Al Capone.
Regreso
a Perdición se
muestra como un relato frío y contenido, ya que el protagonista es consciente
de que su familia estaba implicada con la mafia y acepta su destino de un modo
algo fatalista. Con este planteamiento y el desarrollo clásico de los
acontecimientos, nos vemos enfrentados a un cómic profesional cuyo mayor gancho
es la mezcla entre crimen organizado y política.
El guión de Max Allan Collins
es de sota, caballo y rey. Discurre con buen pulso pero sin sobresaltos ni
grandes sorpresas hasta su tercio final, donde los acontecimientos se
precipitan y nos vemos arrastrados a una suerte de epílogo que cierra con mucho
acierto la historia.
De este modo, es el dibujo de
Terry Beatty quien lleva una buena parte del peso de la narración. Gracias a su
dinamismo y su capacidad de recrear los escenarios y los personajes seguimos
con atención una historia que puede resultar demasiado modélica en sus primeros
pasos.
El conjunto final es un cómic
entretenido y sólido, quizás no impresionante a causa de ese clasicismo, pero
solvente en cualquier caso e indicado para los amantes de la novela negra. La
edición de Panini, en tapa dura, tiene además la calidad a la que nos tiene
acostumbrado el sello.
¿Vale la pena leer el cómic
si ya has visto la película?. La respuesta es que sí. La película adapta
bastante fielmente el primer tercio del cómic, pero después toma sus propios
derroteros a partir de la premisa inicial, por lo que el cómic es una lectura
recomendable para los que hayan disfrutado con la adaptación cinematográfica.
Como suele pasar en muchas adaptaciones de libros a la pantalla grande, la
versión fílmica es más espectacular visualmente, pero la obra original tiene
más "chicha" y, al menos al que esto escribe, el tratamiento del
cómic le ha dejado mejor sabor de boca que la versión dada por la película.
Así, por ejemplo, en el cómic no existe el
personaje de Jude Law, y aparece con un papel importante Elliot Ness (que en la
película ni se le menciona). También aparece en persona Al Capone (que en la
película solo llegamos a ver como habla con Frank Nitti -interpretado por
Stanley Tucci- telefónicamente).
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